25 octubre 2016

ADIC y FAPA editan un folleto sobre el "Samuín" y tradiciones cántabras en la "Noche de Difuntos"

El folleto pretende explicar y poner en valor las tradiciones de Cantabria que tienen que ver con la noche de difuntos, y que reafirman la propia identidad cántabra frente al comercial y publicitario Halloween

La Asociación ADIC (Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria) y FAPA (Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos de Cantabria) han publicado un folleto informativo sobre las tradiciones cántabras durante la celebración, el día 31 de octubre, de El Samuín en la Noche de Difuntos en Cantabria


La cultura tradicional de Cantabria aunque tiene identidad propia, sin embargo cuenta con unas influencias notables de otras regiones de países del Arco Atlántico Europeo. Un amplio conjunto de pueblos que abarca desde Escocia hasta Portugal, pasando por Irlanda, Gales, el suroeste de Inglaterra, todo el oeste de Francia, e incluye la cornisa cantábrica. Además a lo largo del tiempo siempre han existido nexos de unión entre estos territorios, desde puntos de vista históricos y comerciales, lo que ha hecho que existieran flujos constantes de interrelación, motivando costumbres similares en todos los ámbitos de la cultura tradicional. Incluso supersticiones, leyendas, ritos y mitos parecidos a los que habitualmente han estado en las narraciones populares cántabras.

Así en la noche de difuntos de Cantabria festejamos lo que se llama El Samuín. Adaptación cántabra de la palabra de origen gaélico «Samhain», que significa «fin del verano». Se trata de una festividad ancestral, de origen celta, que se celebra en la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre. Festejado por los pueblos europeos bañados por el Atlántico, tiene como motivo principal el dar gracias por los frutos recogidos de la tierra y el bosque, tras la época de cosechas. Una tradición de origen pagano que fue posteriormente cristianizada, y con la que se da inicio a la llamada estación oscura del calendario celta. Sin embargo, desde un punto de vista espiritual, tiene que ver con la celebración del tránsito entre la vida y la muerte y, en consecuencia, con la comunicación entre ambos estados.  

La celebración de la noche de difuntos, del 31 de octubre, en Cantabria podemos describirla como una fiesta familiar y comunitaria, donde ha sido costumbre vaciar calabazas, principalmente del tipo verrugón con el que se alimentaba al ganado, para tallar calaveras en su piel. Simulando el aspecto exterior de los espíritus de los fallecidos, y así poder comunicarse con ellos. Durante esa noche tan especial, las creencias populares señalaban que las almas de los muertos tenían autorización para caminar entre los vivos. Por lo que para guiarlas al otro mundo, se colocaban velas dentro de las calaveras y cuando estas se apagaban, el espíritu había culminado su tránsito al «otro lado». Además, en algunas zonas de Cantabria, se las clavaba un palo en la base inferior para posteriormente elevarla, a modo de símbolo, para realizar un sobrio pasacalles cubiertos con sábanas, y así lograr un ambiente fantasmagórico. Pero también era costumbre dejar las calabazas, de aspecto calavérico, en las repisas de puertas y ventanas.

El otoño es la estación donde se conmemora la noche de difuntos, es decir el llamado tardíu cántabro. La otoñada es un periodo caracterizado por la recolección de los frutos de la naturaleza –nueces, castañas, manzanas, maíz, uvas…- que tradicionalmente en Cantabria ha dado lugar a celebraciones sociales como la magosta, la deshoja o el mayado.

Con la recogida de los frutos del castaño, empieza la temporada de las magostas. Un ameno acto social y de reunión al aire libre, que tras encender una buena lumbre de leña, carbón o escajos secos, se asan las deliciosas castañas. Una vez peladas las humeantes y ricas castañas se comen, disfrutando, mientras tanto, de la compañía de amigos y familiares. Al mismo tiempo, en la mayoría de los pueblos cántabros, alrededor de la hoguera era frecuente bailar y cantar, al son de la pandereta, canciones del folclore de Cantabria.

Habitualmente se ha relacionado la magosta con la comida funeraria de la noche de difuntos y de la celebración cristiana de Todos los Santos, limitando la cantidad de castañas que se podía comer durante esa noche, a la cantidad igual de almas que se quería liberar de las penas del purgatorio. Dicho lo cual, tras la magosta de difuntos, y ya con las calabazas talladas con su correspondiente calavera, se pasaba a hacer una procesión nocturna conocida como la «Güeste», algo así como un cortejo de almas en pena o ánimas con huesos encendidos a modo de cirios para alumbrarse, cubiertos con sábanas blancas y, sobre ellos, la calavera representada en la calabaza.

Antiguamente el maíz llegó a ser la base de la alimentación en las zonas rurales de Cantabria, por lo que cuando se recogían las panojas del maíz -para que el grano empezara pronto a ventilarse- se organizaban las deshojas en el desván. Unas divertidas reuniones de vecinos donde se ponía un cesto grande, y se despojaba el grano de la hoja que lo envuelve. Durante la deshoja la gente se divertía contando cuentos, trovas, cantando y, los más pequeños disfrutaban con juegos infantiles como el tiesu, el soletu o el juego de los casaos.

Posteriormente el cristianismo adoptó esta tradición, y propició su versión asimilándola al Día de Todos los Santos del 1 de noviembre. En los países anglosajones, la celebración de «Samhain» recibe el nombre de Halloween, cuyo origen hay que buscarlo en los inmigrantes irlandeses en América. Sin embargo, no será hasta la segunda década del siglo XX cuando se empezará a popularizar en Estados Unidos y Canadá. Hoy en día, Halloween es una de las fechas más importantes del calendario festivo anglosajón, que mediante el fenómeno de la globalización se ha extendido a países de tradición católica, adquiriendo claros matices de festividad popular asociada a valores relacionados con el consumo masivo, tanto de calabazas, como de disfraces. Actualmente, el Halloween, con su gran despliegue comercial y publicitario, ha invadido Cantabria. Sin embargo, es tarea de profesores, padres, familiares y amigos poner en valor las tradiciones de Cantabria que tienen que ver con la noche de difuntos, y que reafirman la propia identidad cántabra, para así transmitirlas a las nuevas generaciones.